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Juan Bautista Topete y Carballo (1815-1847)
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Juan Bautista Topete y Carballo (San Andrés Tuxtla, Nueva España, 24 de mayo de 1821 - Madrid, 27 de octubre de 1885) fue un marino,militar y político español, vicealmirante de la Real Armada Española, héroe de la Primera Guerra del Pacífico.
Políticamente, se le recuerda por su capital intervención en la Revolución de 1868. Fue ministro en varias ocasiones y Presidente del Consejo de Ministros, con carácter interino, en tres ocasiones: la primera, entre el 25 de agosto y el 21 de septiembre de 1869; la segunda, entre el 27 de diciembre de 1870 y el 4 de enero de 1871; la tercera, entre el 26 de mayo y el 5 de junio de 1872.
Juventud
Nació en el pueblo de San Andrés Tuxtla, en el actual Estado de Veracruz (México), en 1821, durante los últimos días de la dominación española en la Nueva España. San Andrés Tuxtla pertenecía militarmente a la jurisdicción de la tercera división del milicias de la costa del norte asentada en Tlacotalpan y de la que era comandante su padre. Pasó su niñez en La Habana, donde estaba destinado su padre. Éste, Juan Bautista Topete y Viaña, y su esposa Clara Carballo Romay, de acrisolada familia tlacotalpeña, viendo la inclinación del joven hacia las cosas de la mar, le autorizaron y realizaron la petición de solicitud de acceso a la Real Armada, en la que entró a los 15 años, corriendo el año de 1836.
Desde el cierre de las Reales Compañías de Guardiamarinas y Colegio Naval, hasta la apertura del nuevo centro de enseñanza marítima propiciado por el ministro Armero, quienes obtenían la gracia del alumnado no formaban cuerpo ni compartían aulas, sino que directamente embarcaban en dilatados periplos de prácticas, en los buques disponibles de la Armada. El joven Topete hubo de ir a San Fernando a pasar el examen de acceso. Después de pasadas las pruebas, la Real Orden del 26 de agosto de 1836 dice: que ha sido examinado en el día de la fecha el agraciado a plaza de guardiamarina don Juan Topete, de todos los trabajos del curso de estudios elementales de la Marina de don Gabriel Ciscar, y hallándose impuesto en todos, mereció aprobar en grado de regular, lo que no dejaba de entrever una notable cicatería. Pero el resultado no influyó para nada, ya que en el mismo día de su aprobado se le ordenó embarcar en la fragata Esperanza, para comenzar a curtirse en las cosas de la mar. Lejos quedaban los tiempos de las Reales Compañías de Guardiamarinas, que previamente preparaban a los jóvenes.
Durante cerca de tres años, entre 1836 y 1839 cubrió las primeras etapas en las aguas de la isla de Cuba, primero en el bergantín Marte y a continuación con la fragata Restauración, con las que realizó innumerables cruceros tratando de combatir el contrabando de armas y el tráfico de negros. También, y por poco tiempo, desempeñó comisiones a bordo de la corbeta Villa de Bilbao. Tanta permanencia en la mar produjo que su salud se resintiera, por lo que embarcó en la fragata mercante Unión, en la que efectuó la travesía del océano Atlántico, llegando a Santander a finales de 1839, recién acabada la Primera Guerra Carlista.
El año 1840 lo pasa embarcado en varios buques, entre ellos el vapor Delfín y las fragatas Isabel II y Cortés. Por orden superior, transborda al bergantín Patriota, con el que realiza, en las aguas del Mediterráneo, frente a las costas de Cataluña y Levante, intervenciones de todo tipo, desde transporte de tropas, municiones y pólvora, hasta expatriaciones de personas.
El 2 de enero de 1841 embarca en la fragata Isabel II con destino a La Habana, donde su padre ya no está al mando del arsenal. A su llegada transborda a su ya conocido bergantín Marte. El cambio de buques es constante, pues hay pocos oficiales; embarca en la corbeta Liberal y más tarde en el vapor Congreso, realizando con todos ellos cruceros por el sinus Mexicanus. El 21 de octubre, como figura en su Hoja de Servicios:
...con grave riesgo de su vida, salvó la de un tripulante del vapor Congreso, que había caído a la mar y que estaba a punto de ahogarse, el se lanzó al agua e impidió que sucediera lo peor.
Por su arrojo y valentía fue condecorado posteriormente con la Cruz del Mérito Naval.
La persecución de los buques negreros se convirtió en la misión principal de la Armada Española en aguas americanas. El Gobernador Jerónimo Valdés convoca a los traficantes de esclavos e impide el desembarco de expediciones en la isla, poniendo fin a tan inhumana y longeva acción. Hasta 1844 se encuentra afecto a las fuerzas navales del apostadero de La Habana, por lo que utiliza los buques que allí están, siendo entre otros el vapor Congreso y la fragata Isabel II.
Un nuevo desplazamiento a la península a bordo del Soberano, de 74 cañones, se convierte en una experiencia nueva y reveladora, al estar en uno de los viejos navíos de línea de los que ya casi no quedaban en la Armada.1 No obstante, su nuevo ascenso a teniente de navío le obliga a regresar a Cuba, donde llega en la Nochebuena de 1845.
Al llegar se le otorga el mando de la goleta Cristina, de la que no puede tomar el mando hasta la primavera de 1846, pues es comisionado a la isla de Puerto Rico como oficial del navíoSoberano. Con su buque desarrolla las misiones encomendadas, prestando servicios en Baracoa, isla de Corremell, Mujeres y Centoy. La situación en esos momentos es muy crítica e incómoda, pues se había fusilado al poeta Plácido, acusado de conspirar contra la corona de España.
El año 1847 se convierte en uno de los más difíciles, ya que por primera vez los secesionistas cubanos inician conversaciones con los Estados Unidos, por lo que, al mando de la goleta Cristina, Topete tiene que ir de un lado a otro de la isla para tratar de evitar el contrabando de armas yanqui.
Al empeorar su salud, pide y se le concede un permiso de cuatro meses, pero se le destina a la Corte, donde cumple misiones de enlace. El 21 de noviembre de 1849 se le nombra oficial de órdenes de la división naval del Mediterráneo, que cubre desde el Arsenal de Cartagena a la frontera con Francia, incluidas las islas Baleares. La división está compuesta por la corbetaMazarredo, el bergantín Volador y el vapor Vulcano, siendo Topete el comandante de la Mazarredo.
La expedición a los Estados PontificiosPor aquel tiempo, los disturbios producidos en Italia por los intentos de unificación y la proclamación de la República Romana habían despojado al Papa de sus bienes temporales. Narváez, por entonces Presidente del Consejo de Ministros, ordenó la formación de un ejército y despachó una expedición a Roma, habiendo previamente acordado su apoyo con las principales potencias católicas: Austria, Francia y las Dos Sicilias.
Era la primera vez en muchos años que España afrontaba un desplazamiento de hombres y buques sin apoyo directo de la península, lo que no dejaba de ser un reto importante. La expedición estaba formada por los vapores de ruedas Isabel II, Vulcano, Lepanto, Piles, Castilla y Blasco de Garay, la fragata Cortés y las corbetas Villa de Bilbao y Mazarredo, al mando del brigadier José María de Bustillo. Transportaban a un ejército de 5.000 hombres al mando del general Fernando Fernández de Córdova, marqués de Mendigorría.
Después de una travesía un poco molesta por los malos vientos y un temporal, llegaron a Gaeta y el Papa Pío IX pasó revista a las fuerzas, a las que bendijo. Se pusieron, pues, en marcha, tomando posiciones en Terracina, sin encontrar una resistencia seria a su paso. Al poco, y ya con el campo despejado, entró el general francés Nicolás Oudinot en Roma, al frente de 30.000 hombres, por lo que se restablecieron los Estados Pontificios.
La fuerza expedicionaria española regresó a la Península desilusionada, pero colmada de honores y galardones, como la Cruz de San Silvestre que les fue concedida por el Papa Pío IX, más otra no menos importante concedida por el rey Fernando II de las Dos Sicilias, y la gracia de la Real Orden y la Cruz de la Muy Distinguida Orden de Carlos III, que otorgó la Reina de España, por haber realizado su labor con efectivo celo. En este año de 1849, la Real Armada española se reducía a un navío, cinco fragatas, dos corbetas, un bergantín y seis vapores.
Servicio en CubaTopete llevó al desarme a la corbeta Mazarredo, con la que había estado desempeñando la comisión de buque de enseñanza a flote, en la que los profesores impartían sus clases a los guardiamarinas, que después eran destinados a embarcarse en los buques de la División de Instrucción. Después fue destinado a efectuar tornaviajes entre la Península y la isla de Cuba, al mando del bergantín Galiano, y en 1851 comenzó a realizarlos con el vapor de ruedas Bazán.
Conservando el mando de éste, se le nombró secretario interino de la Comandancia general de guardacostas. Posteriormente, en el Arsenal de La Carraca se le volvió a otorgar el mando del bergantín Galiano y fue destinado también de nuevo a La Habana. El 18 de enero de 1852, los vigías del puerto divisaron al bergantín con todo el trapo desplegado, como homenaje y pleitesía al apostadero.
Con motivo de la insurrección cubana, durante 1853 y parte de 1854 continúa en Cuba prestando una especial atención al estado anímico de sus dotaciones, siendo muy especialmente vigiladas aquéllas que llevan a nativos del país. En este año de 1854, se produce el manifiesto de Ostende, que afirma que si España no vende Cuba, los Estados Unidos la conquistarán.
Las comisiones y servicios se van multiplicando, por lo que el Gobierno envía al vapor de ruedas Bazán, del que también se hace cargo, sin dejar el mando del Galiano, hasta el 2 de junio, en que se le destina al pontón Villavicencio. Al ser nuevamente reclamado por el Gobierno, el 12 desembarcó y cruzó el océano Atlántico en el vapor correo.
A su llegada se le encargó de la comisión que debía formar un proyecto de reglamento de pertrechos, de obligado cumplimiento en los buques de la Armada. Son destinos más relajantes, pero Topete era hombre de buques y no de oficinas, por lo que en el mes de septiembre de 1856 está de nuevo como comandante interino del vapor de ruedas Velasco destinado al correo, lo que no le impide realizar un viaje redondo a La Habana. Se le entrega el mando interino también del vapor de ruedas, Isabel la Católica, lo cual tampoco es obstáculo para efectuar otro viaje redondo a La Habana.
A principios de 1857 se le asciende a capitán de fragata y se le nombra segundo comandante del navío Reina Isabel II. Posteriormente se le ordena regresar a la isla de Cuba, pues el apostadero de La Habana recibía un intenso tráfico de buques procedentes de la Península, al haberse quedado como único bastión de los territorios españoles en América.
El 1 de agosto de 1857 se le nombra jefe de la división de fuerzas sutiles, destinadas a la persecución y apresamiento del tráfico ilícito de negros bozales, puesto en el que prestará sus servicios hasta el 7 de diciembre, en que se le otorga el mando interino de la fragata Esperanza, que se convertirá en una experiencia, para posteriormente entregársele el mando de una de las más modernas unidades de la Armada, la fragata de vapor y hélice Berenguela. Con este buque realiza varias comisiones, entre ellas una a Veracruz, haciendo escalas en Nueva York y Tampico, en una comisión típica de mostrar bandera, antes de regresar a La Habana.
A su llegada se encuentra con una Real Orden que dice: se incluyan copias de las comunicaciones pasadas a este jefe por los súbditos españoles residentes en México, dándole las gracias por los importantes servicios que prestó en dicho puerto, así como otra del Capitán General de La Habana haciendo referencia al mismo tema. Realiza otra comisión al puerto de Veracruz, pero a su regreso a La Habana se encuentra con una muy grata noticia, pues se le comunica la concesión de la Cruz de Comendador de la Muy Distinguida Orden de Carlos III.
La guerra de ÁfricaTopete prosiguió en el mando de la Berenguela hasta el 9 de agosto de 1859, en que por orden superior se le destina como mayor general de las fuerzas navales de África. Estas fuerzas estaban compuestas por los vapores de ruedas Vasco Núñez de Balboa, Castilla, Pizarro, Ulloa, Santa Isabel y Vigilante, más la goleta de hélice Buenaventura. Estas unidades eran las que acometían las misiones de recorrer las costas del Rif y combatir a la piratería que ejercían los carabos marroquíes contra los buques mercantes españoles.
Cuando en octubre de 1859 se declara la guerra oficialmente, comienza el bloqueo de las costas por la Escuadra de Operaciones, compuesta por el navío Reina Isabel II, las fragatas Princesa de Asturias y Blanca, las dos de hélice, la corbeta Villa de Bilbao, también de hélice, las urcas Antillas y Marigalante, los vapores de ruedas Isabel II, Colón, Vulcano, León, Alerta, Piles,Lepanto, Santa Isabel, Buenaventura, Ceres, Rosalía, Álava, Ferrol y San Antonio, además de cuatro faluchos y 16 pequeños cañoneros, al mando del jefe de escuadra Segundo Díaz Herrera, y como mayor general de ella, el capitán de fragata Juan Bautista Topete y Carballo.
Ya establecido el bloqueo, llegó un fortísimo temporal de Levante que impedía las operaciones más vitales. En unos de esos días de galerna se quedó un destacamento sin provisiones, llegando a ser llamado el campamento del hambre, pero la decidida actuación del mismísimo comandante en jefe de la escuadra, José María Bustillo (que había relevado a Segundo Díaz Herrera) la palió: hizo deslizar el primer bote de la Berenguela, y con él se dirigió al campamento, al que abasteció con gran peligro de su vida. Por su parte, la fragata Blanca bombardeó Río Martín, lo que supuso un alivio para las tropas, pues estaban siendo bombardeadas por las baterías moras, que quedaron destruidas.
Otro hecho destacado fue el desembarco de fuerzas de marinería en Cabo Negro, que produjo una desbandada en el campo enemigo, dejando casi libre el acceso a Ceuta. Se destacaron buques al océano Atlántico y apoyaron con sus fuegos el avance del ejército sobre Larache, Arcila, Rabat y Salé, todo ello pese a la persistencia del temporal.
En todas estas acciones Topete tuvo que multiplicar sus esfuerzos para que nada faltara, preocupándose de los embarques y desembarques del material y de los bastimentos de guerra, más los víveres y efectos, el transporte de los enfermos y heridos a los hospitales, y todo ello sin perder las comunicaciones entre Ceuta y Algeciras, que tan difíciles eran a causa del pertinaz temporal. En todas las operaciones y por los efectos del temporal sólo se perdieron dos vapores de ruedas y tres faluchos, por lo que resultaron unas operaciones complicadas, pero sin grandes pérdidas.
Por la ingente labor desarrollada, a Topete se le concedieron las condecoraciones de la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando y la de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. El7 de abril de 1860 se le otorgó por Real Orden el empleo de coronel de Infantería, en recompensa a sus servicios en la guerra de Marruecos, y el cuerpo de Ingenieros de Minas le distinguió con su Medalla de Oro. En el diario de sesiones de las Cortes del 29 de mayo de 1860, figura lo que entonces se dijo sobre la Marina y la Guerra de África:
Digna de gloriosa conmemoración es nuestra naciente marina, que con tanto valor supo arrostrar los huracanes y las tempestades sirviendo tan pronto de poderoso auxiliar a nuestro heroico ejército, como dominaba con sus cañones a los fuertes africanos. En su naciente pedestal se vislumbra su futura grandeza.
El duelo con CampoamorTras su sobresaliente actuación en la Guerra de África, a Topete se le otorgaron diferentes destinos, todos ellos de trámite y de descanso del guerrero. En 1861 fue nombrado Segundo Comandante del arsenal de la Carraca (San Fernando (Cádiz)), y el 1 de abril de 1862 recibe el mando del navío Rey Francisco de Asís, último navío de línea construido por España, que estaba convertido en escuela naval flotante de marinería, lo que le permitía compatibilizar su responsabilidad a bordo con sus tareas de diputado a Cortes. Durante el tiempo que ocupó este puesto se interesó por la política y se afilió a la Unión Liberal.
En 1863, el nombramiento de Augusto Ulloa y Castañón como ministro de Marina del gobierno de O'Donnell provocó el rechazo de la oficialidad. El célebre poeta Ramón de Campoamor, furibundo defensor de la monarquía isabelina, escribió entonces un artículo contra los jefes de la Armada, en el que decía: ¿Por qué no queréis al Sr. Ulloa? ¿Porque no ha cogido una ostra en su vida? Los marinos, apenas lo leyeron en La Época, nombraron a Juan Bautista Topete, gran tirador al sable y a la pistola, para que desafiase a Campoamor en duelo. Y como éste, aunque bondadoso y jovial, nunca rehusaba los lances de armas, aceptó el reto del impetuoso Topete.
Fueron padrinos de Campoamor el general Reina y el Barón de Villatardi; de Topete, los generales de Marina Quesada y Prast. Concertóse el duelo a sable, y se verificó en la quinta de Salamanca. Los sables los proporcionó Moreno Benítez y estaban afilados cual navajas de afeitar. Una vez frente a frente los dos adversarios, diose la señal y comenzó la lucha.
Muy pronto pudo advertir Campoamor la superioridad de su destreza: el marino atacaba vigorosamente, pero sin resultado, ya que el poeta paraba sus golpes con facilidad. Aquél, cegado por la ira, menudeaba los tajos y reveses, que siempre encontraban su quite. Campoamor, a su vez, atacó sin lograr tocarle, pero la duración del asalto fue desventajosa para Topete, y Campoamor acabó hiriéndole en la frente. Topete, con el rostro ensangrentado, dio un rugido y se lanzó sobre el poeta. Éste acudió a la parada, y le hirió una segunda vez en la mano derecha, desarmándolo. Entonces el bravo marino exclamó con rabia:
¡Condenación! ¿Qué dirán mis compañeros?
El general Reina, interponiéndose, le respondió:
Dirán que ha sido usted un valiente; pero con las armas hiere la casualidad.
Campoamor en seguida se acercó a Topete y le dio un abrazo, y desde entonces fueron buenos camaradas.
FUENTE WIKIPEDIA